Para ninguno de nosotros dos iba a ser nuestra primera vez en Machu Picchu y por eso pensamos en encontrar algún motivo extra para que la visita tuviera algún aliciente especial, si bien tratándose de este lugar, en realidad no sería tan necesario.
Ninguno de nosotros habíamos ascendido en nuestras anteriores visitas al Wayna Picchu, esa montaña en forma cónica que se alza casi al norte de la zona arqueológica y a algo más de 350 metros por encima.
Una vez pensado, y con alguna duda sobre mis posibilidades de “hacer cima”, adquirimos con la suficiente antelación (existe un límite de 400 personas por día) los tiques de acceso complementarios a las entradas para visitar las ruinas propiamente dichas y a las 5 de la madrugada del 3 de Diciembre estábamos abordando el tren que nos llevaría desde Oyantaytambo, en donde se quedaba nuestro camión, hasta Aguas Calientes. Allí un desplazamiento en autobús de unos veinte minutos (el precio por minuto de este viaje es algo realmente escandaloso) nos puso a la puerta del yacimiento.
Poco después de las ocho de la mañana iniciábamos la ascensión que se fue endureciendo por momentos, pero que una hora y media después de iniciada culminábamos felizmente encaramándonos a la más alta de las rocas de la cima para gozar de una perspectiva impresionante no solo de las ruinas sino también del entorno en el que están situadas.
Casi una hora y un sin número de fotografías después iniciamos el descenso, terminado el cual, una comida que tuvimos la precaución de llevar con nosotros (los precios del self service que hay son inconcebibles) acompañada de nuestra fiel bota de vino y un agradable reposo en un banco con vistas esplendidas sobre la ciudadela dieron paso a la visita de la misma.
Acabó el día con el retorno en bus y tren hasta la estación de Oyantaytambo en cuyo parking pasamos la noche con el orgullo a tope tras haber realizado la ascensión sin contratiempos ni fatiga digna de mención.
Esta era la primera vista del Wayna Picchu que esperaba nuestra ascensión
Las ruinas desde la cumbre