Tras algunas vicisitudes para reservar online las fechas para la visita (conceden tres días), conseguimos hacerlo en una fecha que no causara demasiados problemas a nuestro plan de viaje y tras pasar una noche en un bonito bosque cerca de la entrada, de buena mañana ingresamos en el Parque. Curiosamente, después de todos los requisitos para reservar, en la barrera no había nadie y pasamos sin ningún tipo de control.
Aunque está todo bastante bien organizado, es tal la magnitud del terreno protegido que la planificación es complicada, sobre todo porque al no ser posible la pernocta dentro del Parque salvo en los campamentos previstos (éstos además de caros están completos con meses de antelación) estábamos obligados a salir cada tarde de la zona y hacer bastantes kilómetros de carreteras de montaña hasta un lugar donde fuera posible acampar para regresar a la mañana siguiente.
Dedicamos el primer día a alguna de las visitas del Valle de Yosemite, dejando para el segundo el recorrido por la carretera que corona el Tioga Pass con las visitas que pudiéramos realizar durante el recorrido y el tercer día hacer alguna de las caminatas desde Toulumne Meadow que prometían ser fantásticas.
Con este planteamiento, la primera de las jornadas rodamos por el valle contemplando las magníficas vistas del Capitán, el Half Dome y desplomándose de las paredes muchas de las cascadas que hay en el Parque. Subimos luego a pie hasta la Lower Yosemite Fall, una bonita y alta cascada y desde allí, también a pie llegamos hasta el Mirror Lake. Durante el camino de bajada pasamos por un lugar tan bonito, que decidimos ir hasta el camión, preparar algo de comer y con los patinetes retornar allí para disfrutar de la comida en aquel lugar.
Después de comer hicimos el recorrido por el camino que lleva a otra de las cascadas llamada Vernal y, de nuevo en el camión salimos para hacer los casi 50 km de subida a Glacier Point, un mirador desde el que se puede ver todo el Valle de Yosemite desde una privilegiada posición. Ciertamente nos quedamos impresionados ante la magnitud y belleza de las vistas.
Al regresar, ya con la tarde cayendo, nos daba una tremenda pereza salir del Parque y hacer 40 Km hasta un lugar de posible acampada, sobre todo como ya dijimos, porque en la mañana siguiente tendríamos que hacer el camino de vuelta. Decidimos intentar la trampa y quedarnos a dormir en uno de los aparcamientos que hay dentro. Adoptamos un perfil bajo, con todas las ventanas cubiertas y resultó. Nadie nos molestó en toda la noche.
Por la mañana intentamos visitar la cascada Bridal Veil (Velo de novia) pero no fue posible al estar el acceso cortado por obras (estos americanos son aficionados al
corte, nunca dan una alternativa que sortee mejor o peor la obra, cortan y se acabó sin tener en cuenta que alguno hemos cruzado medio mundo para ver, entre otras cosas, ese lugar).
Un poco frustrados tomamos el camino del Tioga Pass aun con la incertidumbre de si habían abierto o no, pues se daba la casualidad de que estaba anunciada la apertura para ese día precisamente (el cierre se produce durante el invierno a causa de la nieve y, muy en su línea, ni se les pasa por la cabeza limpiar la carretera). A los pocos kilómetros de tomar la dirección del paso, hicimos una rápida visita al bosque de secuoyas gigantes de Toulumne Grove que después de haber visitado el P.N. Sequoia nos supo a poco. El día no iba muy bien, aunque allí precisamente empezó a arreglarse al requerir información a otro overlander que iba en dirección opuesta y que nos confirmó que estaba abierto el paso (la vuelta en caso contrario, rondaba los 700 Km).
Ya con la buena noticia, hicimos un alto para la comida en un bonito lugar, seguido de otros muchos en los distintos miradores a cuál más bonito y espectacular. Lagos en lugares que parecen preparados para salvapantallas de ordenador, montañas impresionantes y para terminar de dar el toque estético hizo su aparición la nieve en el mismo borde de la carretera.
En esta ocasión, sabíamos de un lugar para acampar a escasos 8 Km de la entrada del Parque, hacia allí nos dirigimos y resultó un agradable rincón muy concurrido por otros viajeros con el mismo plan que nosotros.
El día siguiente, temprano, retornamos hasta la entrada del Parque y en esta ocasión un simpático Ranger hizo todas las comprobaciones de reservas y permisos antes de franquear la entrada.
Habíamos escogido entre las muchas posibilidades de caminata, la subida de unas dos horas hasta el Elizabeth Lake a 2.749 metros de altura y hacia allí salimos.
Teniendo en cuenta lo bonito del camino, las impresiones a la vista del lago y algunos afortunados hechos acaecidos durante la caminata, hemos decidido cambiar un poco la presentación habitual de la narración para darle el formato, a nuestro entender más atractivo, que sin duda merece.
Esta es la narración:
El camino empieza con un fuerte ascenso que nos lleva enseguida al encuentro con la nieve.
Muy pocos caminantes y muchos agradables encuentros con la fauna del parque.
Incluso el «pájaro loco» se acerco al camino a nuestro paso.
También un simpático y descarado personaje.
Mientras, el camino, algo menos empinado, seguía cruzando preciosos parajes ya próximos a los lagos y a las cumbres que lo enmarcaban.
Magy caminaba algo adelantada cuando me doy cuenta de que se ha detenido y señala algo con la cara de …. sorpresa.
¡Chiss!, dice en voz muy baja ¡un oso! ¡hay un oso ahí mismo!
Y, para nuestra sorpresa y felicidad, allí estaba.
¡Se esta acercando!
Verlo a través del teleobjetivo impresionaba un poco…
Transcurrieron varios minutos durante los cuales nos miramos entre nosotros, oso incluido, y después con cachaza propia de oso (claro, era un oso) se fue alejando tranquilamente dejándonos en fase de recuperación pues, a la fantástica experiencia de haber encontrado un oso, hay que añadir que no teníamos a nuestro alcance ningún medio de espantarlo, por lo que solamente cabe decir ¨Gracias por tu gentileza, oso¨.
Continuamos el camino, cada vez más bonito si fuera posible, hasta que tuvimos el lago a la vista: Elizabeth Lake.
Imagino que para recuperarse del susto Magy decidió darse un remojón en las aguas heladas del lago. El oso, si lo vio, seguro que está en siquiátrico.
Después de un pequeño refrigerio, reemprendimos la marcha, bordeando el lago antes de iniciar el retorno.
¿Qué decir de la experiencia? No tenemos palabras. Hay que vivirla para ser conscientes de todas las sensaciones que se agolpan en la cabeza y que casi no tienes tiempo de procesar.
Emoción, belleza, suerte, instinto de supervivencia, miedo…. para terminar en la sensación inmensamente placentera de haber vivido (y sobrevivido), una aventura irrepetible.