Como ya viene siendo habitual, entramos en Jaipur en medio del caos más absoluto. De forma un poco ambiciosa, habíamos elegido para estacionar los camiones un aparcamiento en el mismo centro de la ciudad junto al City Palace, zona a la que se accedía cruzando dos puertas de dimensiones bastante limitadas pero que, afortunadamente no plantearon más problemas que los derivados de decidir si pasábamos nosotros o el cabezón que venía de frente. Parece ser que la ley del pez grande que se come al chico volvió a ser válida y salvadas las puertas, conseguimos situar nuestro camión en un buen lugar para la visita de la cuidad.
Jaipur es también conocida como la Ciudad Rosa debido al color de la arenisca de la que están revestidas muchas de las fachadas de la ciudad vieja.
Comenzamos pronto con la visita de los lugares más alejados, y el primer sitio fue el impresionante palacio Amber que pasa por ser un ejemplo de arquitectura Rajput. La construcción comenzó en 1592 y se fue ampliando en los años posteriores. Compuesto por varios edificios como son el Hall de las Audiencias Públicas (Diwan-i-Am), los apartamentos del maharaha (Ganesh Pol), el hall de la Victoria (Jai Mandir), el Hall del placer (Sukh Niwas) y el hareem (Zenana) rodeando el cuarto patio y con una disposición de las habitaciones que permitía al maharaha hacer sus visitas a esposas y concubinas de forma que las no elegidas para esa noche no se enteraran de nada.
Visitamos a continuación la fortaleza Nahargarh, situada en la parte alta de una montaña con buenas vistas de Jaipur.
Al día siguiente visitamos el llamado Jantar Mahal, una colección de imponentes construcciones que constituyen un sorprendente observatorio astronómico iniciado por Jai Singh que ligó la astronomía a la planificación de la ciudad. Cuesta trabajo comprender la precisión con la que enormes obras de fábrica están construidas, de forma que permiten precisiones de 2 segundos en la medida del tiempo con un reloj solar pareciendo el producto de una máquina de control numérico más que obras de piedra, ladrillo y cemento.
Una visita al Iswar Minar, una bonita torre que conmemora una victoria militar y el paso por el Hawa Mahal, el edificio que es el símbolo de Jaipur, con cinco plantas, construido en 1799 por el Maharaja Sawai para permitir a las mujeres de palacio ver las procesiones y la vida de la ciudad sin ser vistas. Quizá el elemento más destacado sea la fachada que mira a una de las principales calles de la ciudad antigua con sus innumerables ventanas y relieves.
Una escapada en la última tarde nos llevó a conocer la espectacular puerta Patrika. Una enorme construcción de decoración recargada, pero que resulta muy bonita y el antiguo teatro, hoy convertido en museo llamado Albert Hall.
En definitiva, una bonita ciudad con mucho que ofrecer que sería realmente excepcional si no fuera por la suciedad y el caos.
Pero… “esto es la India”. Frase que se oye mucho pero que, al menos a mí, no me consuela y sería mucho mejor que nos consolase a nadie y se empezara a poner remedio al problema. Se ha llegado a una situación que parece que el caos y la suciedad formaran parte del “encanto del país” Triste, ya que tiene muchísimo que ofrecer y sería una buene decisión comenzar a ofrecerlo en las condiciones lógicas.
Recorrido por Jaipur en video