Por fin llegamos a la frontera de Kazajistán con Rusia que se resolvió sin demasiados problemas y en un par de horas rodábamos por Rusia.
Indudablemente, en la zona en la que estábamos en las proximidades del mar Caspio, no se notaba nada que pudiera sugerir que atravesábamos un país en estado de guerra y nuestra única preocupación era que los territorios que teníamos que atravesar eran o habían sido muy conflictivas: una parte de Osetia del Norte, Nagorno Karabaj y todos los territorios que durante décadas estuvieron soportando en su terreno un terrorismo activo.
Sin embargo, toda la travesía se desarrolló sin que nada nos hiciera sentir inseguros de ninguna manera, con carreteras aceptables y bonitos paisajes.
Dado que contábamos con diez días para rodar algo más de 700 km decidimos hacer una parada de dos jornadas para visitar Astrakán, y fue una muy interesante y agradable etapa en la que conocimos la fortaleza que fue los orígenes de la ciudad: EL Kremlin de Astrakán.
Una ciudadela en perfecto estado de conservación de la que averiguamos que había sido construida por Iván el Terrible en 1558. Se trata de un conjunto de monumentos de arquitectura civil, religiosa y defensiva, situada en una colina en la orilla izquierda del río Volga.
Como siempre, la fortaleza tiene una larga historia de destrucciones y reconstrucciones completadas en 1810.
Durante nuestra estancia en Astrakán resolvimos un problema de lavandería que ya se estaba haciendo urgente al encontrar allí por primera vez en meses un autoservicio en la que, si bien con algunas dificultades por el idioma de los textos de las máquinas que resolvió una atenta empleada del supermercado anexo, conseguimos un lavado y secado de nuestra ropa muy bueno.
A destacar desde luego los agradables paseos por la orilla del Volga con preciosos atardeceres e interesantes panorámicas de la sociedad de la ciudad que allí se reúne al atardecer para disfrutar del muy bien acondicionado paseo.
Desde Astrakán, ya sin más paradas que las imprescindibles acampada en ruta, en seis días alcanzamos la frontera con Georgia y terminamos una etapa que nos tenía algo preocupados, aunque la realidad nos demostró una vez más que las informaciones que llegan son poco fiables.