A partir del paso por el desierto de la Tatacoa nos desplazamos hacia la zona cafetera con planes de visitar algunos de sus coloridos pueblos y hacer siquiera un recorrido por el difícilmente accesible Parque de los Nevados.
Salento.
Comenzamos visitando Salento, un pequeño pueblo muy agradable y cuidado con sus casa pintadas de alegres colores y con el único inconveniente de estar en plena “adolescencia turística”, es decir, todo vale para saquear al turista. Da un poco de pena, pues sin duda con un poco que hubieran indagado en otros lugares con más experiencia, podrían haber hecho que la magnífica oferta que poseen fuera mucho más agradable para los visitantes.
Pero en fin, las cosas son como son y hay que intentar sacarles partido aunque sea sintiéndote estafado a cada paso.
Valle de Cocora.
Desde Salento subimos al Valle de Cócora en donde un mínimo resquicio en el tiempo lluvioso que últimamente es la norma, nos permitió una gran caminata (cinco horas) para recorrer un sendero (con dos peajes) que nos internó ligeramente en el Parque de los Nevados. Pudimos ver el precioso paisaje de las laderas con las Palmas de Cera, una estética palmera con las palmas al final de un recto y vertical tronco de hasta sesenta metros de altura y disfrutar de la experiencia de fotografiar los colibríes más confiados que hemos encontrado hasta el momento.
Filandia.
Finalmente una visita a otro de los pueblos de la zona: Filandia. También muy cuidado y agradable. Coincidió un domingo y el ambiente de la plaza era algo típicamente colombiano. Gente de paseo más o menos engalanada, terrazas llenas en las que se puede degustar el café de la zona en múltiples formas, un mercadillo, una procesión rezando el rosario con la imagen de la Virgen…
Salento: