Peña Bernal.
En camino hacia la región de La Huasteca, que en realidad creemos que son dos, la Queretana y la Potosina, hicimos un alto de dos noches en Bernal, un muy cuidado pueblo de los incluidos en la denominación de “Mágicos” en el que para nosotros la principal atracción era el ascenso a la Peña Bernal, según parece el tercer monolito del mundo por tamaño (Nosotros ya conocemos el que pasa por ser el segundo: Ben Amira en pleno Sahara de Mauritania)
Como viene siendo habitual en México el acceso es de pago y el dinero que recaudan nunca revierte en mejoras de las infraestructuras. El camino de ascenso es realmente complicado y a tramos peligroso según para quién y no parce recibir ningún tipo de mantenimiento.
Las vistas desde el lugar al que se llega sin escalar son muy bonitas y el ascenso nos sirvió para hacer ejercicio. Acampamos en una especie de estacionamiento en la parte alta del pueblo que resultó tranquilo y agradable.
Cascada Chuveje.
De nuevo en marcha, un recorrido de montaña entre la niebla nos llevó hasta la cascada de Chuveje, con los últimos kilómetros por pista hasta llegar a un rincón al lado de un puente en donde acampamos. La visita de la cascada se hace accediendo a un parque (de pago) a través de un bonito bosque de unos enormes árboles de corteza color naranja que luego averiguamos que eran sicomoros.
Cuando ya estábamos recluyéndonos para la noche aparecieron cuatro overlanders que viajaban juntos a pesar de ser cada familia de un país distinto: un matrimonio con su niño franceses afincados en EEUU, y tres parejas de Suiza, Alemania y Gran Bretaña. Un agradable encuentro que nos sorprendió bastante pues a causa de la pandemia es muy infrecuente encontrar a otros viajeros.
Misiones Franciscanas.
Desde allí visitamos cuatro de las cinco misiones Franciscanas repartidas por la zona, todas ellas situadas en agradables pueblos e hicimos noche en dos de ellos. Visitamos de camino la misión de Jalpan de Serra (que debe su nombre probablemente a Fray Junípero Serra que anduvo por aquellos pagos) hicimos noche al lado de la de Landa de Matamoros. Al día siguiente nos adentramos en un bonito valle para llegar a Tilaco en donde nos esperaba la tercera de las misiones y un curioso monumento con un viejísimo camión Chevrolet bautizado como “El Huracán de la Sierra” que en 1942 llevaron campo a través hasta la localidad para construir la carretera que se comenzó en el pueblo, incomunicado en aquel entonces, es decir desde “dentro hacia afuera” como consta en la lápida conmemorativa. De nuevo en ruta llegamos a Tancoyol en el que hicimos noche al lado de la misión del mismo nombre. Son construcciones austeras en las que únicamente las elaboradas fachadas de estuco policromado las hacen realmente únicas. Se hace difícil imaginar como en pleno siglo XVI, llegan los franciscanos a aquellas tierras, se asientan y consiguen erigir estas misiones sin contar con casi nada.
Sótano de las golondrinas.
La siguiente visita sería el llamado Sótano de las Golondrinas, una imponente sima de 55 m de diámetro y 500 m de profundidad en la que anidan cintos de miles de vencejos (lo de las golondrinas del nombre es una pequeña imprecisión local) que a la salida del sol abandonan en masa el hoyo para ir a alimentarse a más de 160 km de distancia y regresan con las últimas luces del día dejándose caer en picado en el interior de la sima. Un curioso espectáculo sin duda.
Cascadas Puente de Dios y Minas Viejas.
A partir de allí llevábamos referencia de cuatro o cinco cascadas que tenía interés visitar. Visitamos únicamente dos ya que nos encontramos con lugares de propiedad privada convertidos de forma poco cuidadosa en parques acuáticos y con un resultado bastante penoso en nuestra opinión.
Visitamos las llamadas Puente de Dios en Tamasopo y las de Minas Viejas. Ambas con bonitas vistas si no fuera porque una antiestética y descuidada cartelería entorpecía muchas de las panorámicas.
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