vivencias en España

Momentos eternos que vivimos recorriendo caminos y callejas,

captando imágenes que vivirán en nuestra mente.

Parque Nacional Ordesa, recorrido hasta la cascada Cola De Caballo

El siguiente sendero a recorrer fue a la ruta hasta la cascada Cola de Caballo en el Parque Nacional Ordesa y Monte PerdidoTomamos el coche desde Pamplona, a las 7am para recorrer una 130km que nos lleva un poco más de un par de horas, así que en esta ocasión tuvimos que madrugar un poco más para desayunar, preparar la comida y salir. Pensamos en dar inicio a la caminata pasadas las 9am para aprovechar la mañana e ir con menos calor porque día a día va siendo más fuerte.

La mayor parte del camino vamos junto a la corriente y admiramos sus muchas y bonitas cascadas. Cuando nos alejamos del margen nos internamos en el bosque de hayas en el que se agradece la sombra en una profusión de colores y contrastes.

El recorrido a nosotros nos toma horas debido a las paradas que hacemos para tomar fotografías, especialmente yo, que retrato todo lo que me llama la atención y es verdaderamente mucho.

Mientras caminamos aparecen los rótulos que indican el desvío hasta las diferentes cascadas, en nuestro caso dejamos alguna para visitar al regreso, porque Carlos, quien conoce ya estos lugares, quiere asegurar la llegada a la espectacular cascada Cola de Caballo.

Mas o menos a medio camino es imprescindible un descanso y nada mejor que hacerlo en las inmensas piedras que sirven de mirador a la fantástica sucesión de cascadas conocidas como Las Gradas de Soaso, nos detuvimos, buscamos la sombra de un buen árbol, bajamos la mochila y tomamos un tentempié (frutos secos y agua) mientras admirábamos la belleza de esta cascada.

A pesar de ser un día entre semana, había mucha afluencia de  gente y empezó el bullicio que interrumpe el disfrute total, así que decidimos seguir, mochilas al hombro y continuamos ascendiendo, por mi parte siempre atenta a los mejores cuadros y momentos para retratar. De pronto el espacio se abre y divisamos un prado verde, inmenso con múltiples arroyos y pequeñas cascadas adornadas con flores y diversas matas que adornan las rocas por donde corre el agua, realmente un paisaje indescriptible que capta toda la atención.

Cruzamos aquel maravilloso prado y el camino nos lleva al borde mismo del río desde a una cierta distancia se divisa la gran cascada Cola de Caballo. ¡Qué alegría ver, escuchar y poco a poco acercarnos al salto que realmente es como la cola de un caballo! Al fin llegamos al sitio desde donde la podemos admirar en su totalidad y allí nos acomodamos para comer, con la preciosa vista como fondo de nuestro comedor.

Nuestra fiel compañera la tortilla española, acompañada esta vez de mejillones en escabeche, ensalada de tomate y cebolla, y algo de queso, todo esto, claro está con la infaltable chapata (pan), terminando luego con la fruta y la bebida como siempre la bota de vino y agua.

¡Fue maravilloso!, y a mí me sobraban las ganas de meterme en la cascada. Decidida caminé hacia ella y a metros de distancia ya estaba mojada debido a la fuerza con la que caía el agua, así que, un poco miedosa, me quede allí sintiendo las gotas de agua fría que salpicaban y me mojaban.

Terminamos de comer, la siesta y un paseo lo más cerca que pudimos de la cascada cuando ya las nubes en el cielo empezaban a amenazar con tormenta, por lo que decidimos regresar por el mismo camino, comentando que si existe una próxima vez lo haríamos recorriendo la Senda de los Cazadores por la Faja de Pelay, que, aunque en un principio el plan era llegar por ese camino, un despiste nos obligó a hacerlo con ida y vuelta por el mismo camino.

peña soto

Un recorrido corto en La Rioja. Salimos de Pamplona a las 8:00 am con la comida preparada, llegamos al pueblo de Nalda y aparcamos el Golf en una pradera tratando de interrumpir lo menos posible la angosta carretera que conduce a los diferentes campos de frutales y viñedos de la zona.

Listos, con las mochilas y calzado para el recorrido hacia Peña Soto, comenzamos a caminar guiados por MapsMe hasta que encontramos ya las indicaciones del sendero que nos conducía a visitar una nevera de épocas pasadas, desde este lugar podemos apreciar los pueblos, los campos, las montañas cercanas y lejanas.

Siguiendo el recorrido, el camino se pierde, así que por intuición y con dirección a Peña Soto cruzamos con algo de dificultad una cerca y caminamos entre plantas de orégano de fuerte y agradable olor.  Encontramos luego una finca de cerezos sin cosechar, así que nosotros que amamos la fruta, disfrutamos hasta hartarnos de cerezas, del árbol a la boca.

Subimos y subimos el camino con pendiente bastante pronunciada que nos alejaba del pueblo y a la vez nos acercaba a la Peña. Ya a lo lejos se pueden apreciar las paredes verticales de un color amarillento que llaman la atención por su altura, volumen y color, aquí habitan los buitres leonados y es un espectáculo verlos alzar el vuelo y aterrizar en estas grandes rocas.

Al llegar a la cima, el hambre ya se deja notar y buscamos un lugar sobre las peñas para que nos sirviera de mesa y comer mientras admiramos el paisaje desde la altura y disfrutando además con el vuelo de los muchos buitres que iban y venían.

Luego de la siesta, iniciamos el retorno por un camino que bordeaba la cima, pero llegamos a un lugar que el camino se vuelve demasiado angosto, decidimos seguir y seguir, habíamos descendido mucho como para regresar, con mucho esfuerzo

llegamos ya a las faldas de la peña y fue difícil encontrar el camino para llegar a la carretera así que atravesamos un área llena de vegetación, según Maps.Me nos encontrábamos a escasos 200m del camino pero este tramo era una selva  sin un camino claro, y en ciertos momentos yo temía encontrarme con jabalís porque se veían pisadas de animales. En fin, un poco de adrenalina y al fin logramos ver la carretera. Otra vez a saltar una alambrada, cruzar una plantación de frutales, otra alambrada y listo, yo respire tranquila cuando pise la carretera.

Un par de kilómetros más y llegamos al coche, descargamos las mochilas, cambiamos de calzado y a descansar.

playas del pais vasco: Zarauz, Guetaria, Zumaya, Pasajes de San Juan.

El verano nos invita a disfrutar de los paseos en moto, en la mejor de las compañías, Iñaki y Mayte, el destino escogido es la Costa Vasca.

Salimos desde Pamplona hacia Hernani en donde nos juntamos con Iñaki y Mayte quienes nos guiarían todo el recorrido, nos dimos una vuelta por Guetaria un pueblo con puerto y con un pequeño y agradable casco histórico, además con el vistoso Ratón de Guetaria o Monte de San Antón,  que apreciamos desde un mirador aunque se ve desde la carretera.

Luego nos dimos una vuelta por Zarauz, pueblo conocido por la práctica del surf y por encontrarse aquí el restaurante de Karlos Arguiñano, el famoso cocinero, quien ha grabado varios de sus programas desde esta playa.

 Y llegamos a Zumaya, dejamos las motos aparcadas y nos fuimos caminando hasta la famosa iglesia de San Telmo grabada en la película “8 apellidos vascos”, y luego a los Flysch, una de las más importantes formaciones geológicas del mundo, reconocida por la UNESCO por ser como un libro abierto con más de 50 millones de años de historia.

Llegó la hora de la comida. Lo disfrutamos en un típico restaurante en una de las agradables callejuelas de este pueblo. Recuerdo que comí pimientos rellenos de bacalao, estuvo delicioso como siempre, en este país la comida es un placer.

Ya de regreso paramos en Pasajes de San Juan, un pueblo de calles estrechas y empinadas. Caminamos a lo largo de la ría, llegamos a la pequeña y bella plaza en donde nos sentamos bajo una sombrilla y disfrutamos de unas tónicas en medio del bullicio de la gente, del chapoteo de los niños con las vistas del pueblo de enfrente (Pasajes de San Pedro) que se comunica con pequeñas canoas que iban y venían llenas de gente.

También es un encanto caminar por la callejuela entre las edificaciones que muestran su estructura de madera, con sus fachada multicolores y adornadas con plantas y flores.

De regreso hacia al lugar de despedida del grupo motero, nos reunimos y nos despedimos con una cerveza y antes de partir mi felicidad se completo con la llamada de mi mami, escuchar su voz e imaginarme sonriente me llena de alegría.

Un día genial gracias a Iñaki y Mayte.

San Donato

Nuestro objetivo era la Ermita de San Donato, para llegar a ella existen varias opciones para el inicio del ascenso. Nosotros buscábamos la menos complicada porque según la topografía existe un tramo casi vertical de 900m aproximadamente que se debe salvar para llegar allí.

Así que nos dirigimos a Unanue, dejamos el coche en un tramo “amplio” de la carretera y entre matorrales porque al no ser aparcamiento reglamentario todos nos acomodábamos de la mejor manera posible evitando interferir en la vía.

Emprendimos la marcha con las mochilas a la espalda, cámara en mano, bueno ahora hemos adquirido un “Peak design” que es un soporte para anclar la cámara en la hombrera de la mochila, cerca del hombro que es estupendo para los caminos que solemos recorrer. De esta manera tenemos las manos libres para apoyarnos en caso de ser necesario por ejemplo en un desequilibrio.

Ya en marcha, como casi siempre mi paso es mas lento que de Carlos y más aun en ascenso en pendiente fuerte, así que mientras voy despacio y analizando, mirando y admirando el paisaje, Carlos va charlando con una pareja que también caminaba a la ermita, entre la amena conversación y mi distracción con el paisaje no vimos el aviso del desvío a la ermita que, la verdad, tampoco estaba claro. Nos dimos cuenta que el camino se desviaba demasiado así que revisamos el mapa que tampoco estaba claro, paramos un coche y preguntamos si estábamos yendo bien, y la repuesta fue ¡NO!, tuvimos que retroceder más de dos de kilómetros aproximadamente, eso significaba perder mucha altura, así que vi un atajo y tiramos por ahí, costo un poco porque aunque tenía un tamo claro por praderas despejadas, ya al conectar con el sendero correcto teníamos que atravesar unos matorrales y lo hicimos un poco acompañados por la suerte.

Ya en la dirección “correcta” preguntamos a la gente que caminaba por ahí, y nos indicaron que estábamos bien aunque existían varias opciones pues debido a la dureza de la pendiente la gente busca su propio camino.

Llegamos ya a las faldas del macizo, hicimos un descanso y cuestionamos si seguir o no al ver la pared que nos tocaba escalar. Fue imposible renunciar así que tomamos aire y seguimos poco a poco.  Subimos encantados con lo que veíamos desde esa altura y con el ánimo que nos daba la gente que subía y bajaba al mismo tiempo. En varias ocasiones tuvimos que acomodaros buscando un lugar para mantener el equilibrio y dejar pasar a la gente que regresaba y a la gente joven que lógicamente subían mucho más rápido que nosotros, bueno que yo, porque Carlos siempre va por delante.

Al fin lo logramos, ya en la cima del macizo sentimos la brisa de bienvenida al recorrer el amplio prado verde en donde comían y pastaban caballos y cabras entonando ritmos con sus cencerros, y al fondo la ermita, una pequeña construcción en total armonía con su entorno por estar hecha con las piedras del lugar.

Escogimos un espacio para descansar y comer, un lugar perfecto sobre una cortada. Desde allí veíamos la iglesia, el enorme prado ondulado con sus múltiples colinas que dejaba ver cómo la gente aparecía y desaparecía, mientras se alejaba del lugar. Mientras tanto en la cortada a nuestros pies, grupos de buitres y grajos jugueteaban con las corrientes de aire, y al fondo pueblos y montañas lejanas, fue un verdadero espectáculo disfrutar de la comida en aquel lugar.

Llegó la hora de retornar. Verdaderamente nos daba miedo regresar por el mismo lugar por la posibilidad de que nuestras rodillas se afectaran, así que nos tomamos un tiempo tratando de averiguar una ruta alternativa con menos pendiente, pero al ser la diferencia de diez veces la distancia y decidimos volver por la misma ruta y tomarlo con mucha calma. Y así fue, tardamos un par de horas en bajar 1km por aquel angosto y resbaladizo sendero, pero lo logramos, y llegamos al coche.

Quizá para nosotros fue una de las rutas mas duras que hemos realizado, para mí, todo aquel esfuerzo valió la pena, porque mientras escribo y lo recuerdo todavía me llena de alegría y energía recordar toda la ruta y la llegada a la cima, fue simplemente maravilloso.

Nacedero del Urederra

El sendero al nacedero del río Urederra me ilusiona mucho, habíamos escuchado que el color turquesa del agua es algo sin igual y así fue.

Dejamos el coche en un parqueadero planificado para visitantes y nos acercamos a la caseta de información para validar nuestras reservas, este Parque Natural debido a su belleza está muy concurrido así que tiene aforo limitado y debimos obtener las entradas previamente vía internet.

El camino desde el aparcamiento nos dirige atravesando una calleja angosta que atraviesa un pequeño pueblo con muchas terrazas. Debido a la situación de la pandemia, durante todo el camino están señalizadas las direcciones de ida y vuelta y se respetan rigurosamente.

Seguimos por una carretera entre bosques de hayas y otros árboles.

Hasta que pudimos escuchar el correr del agua y al acercarnos a la orilla nos impresiona el color azul y la transparencia de agua.

El camino discurre al borde del río, con diferentes miradores en los puntos estratégicos de saltos de agua y pequeños pozos que reflejan la vegetación con sus muchos colores y tonalidades, haciendo de estos rincones, lugares únicos.

Me quede con las ganas de meterme en aquellos pozos de agua cristalina, pues, aunque el sol resplandecía y nos calentaba, el agua de este río estaba muy fría, supongo que máximo a 10º, que pude sentir cuando metí las manos en un pozo que estaba permitido acercarse y tocar.

A lo largo del sombreado camino bajo las hayas, pudimos contemplar las sorpresas que se escondían entre las ramas, hojas y troncos, yo podía pasar horas mirando el transitar del agua sobre las rocas y se abría paso entre las matas, arboles, formando a veces pequeñas cascadas y cañones, diferentes a cada paso porque el resplandeciente sol brindaba espacios de luz y de sombra verdaderamente espectaculares.

Llegamos al final de la ruta algo decepcionados porque faltaba un tramo para llegar al nacedero, pero lamentablemente estaba cortado por deslizamientos.

De regreso escogimos un lugar para comer, entre el sendero y el bosque, sobre una alfombra suave de hojas secas. Desde allí podíamos observar y escuchar el río y de vez en cuando el murmullo y el paso de la gente.

Disfrutamos de un par de horas entre comer, luego el momento del café y la siesta en este placentero lugar; y continuamos el retorno por un sendero diferente al realizado a la ida, pero claramente indicado en los rótulos informativos.

Atravesamos el bosque salimos a la carretera, saludamos a un hombre que ofrecía los productos del lugar, como miel y quesos, llegamos al pueblo y pasamos entre las pequeñas mesas de los bares ubicados a lo largo de la callejuela que debíamos seguir para llegar al aparcamiento, tomar el coche y volver a Pamplona.

Ibón de Estanés , Aguas tuertas

Cada salida para una caminata nos llena de emoción, y por eso adelantamos la hora para despertarnos, preparar la comida, desayunar y salir.

Como siempre un tramo en coche desde Pamplona al lugar designado para ese día, en este caso el Ibón (laguna) de Estanés.

Todos estos lugares ya son conocidos para Carlos en sus recorridos años atrás, remolcando una caravana en un principio, luego en un camión Iveco, y algunos en el Ximielga.

Para llegar a este lugar subimos en coche hasta encontrar la prohibición, aparcamos el coche al lado de la vía, cargamos con las mochilas y comenzamos la caminata.

Fueron más de un par de kilómetros por carretera, para nosotros inexplicable la razón de la prohibición de continuar con el coche hasta el final de la pista, pero lo que es, es y caminamos por ella hasta que  tomando el atajo cuesta arriba, la carretera se convirtió en senda para llegar a una puerta cerrada únicamente con picaporte que obligaba a pasarla y asegurar nuevamente el cierre. Me extrañó y comentamos que debía ser una barrera para evitar el paso de animales.

Nos dimos cuenta de que era así porque en lo alto, al atravesar las inmensas rocas se abría paso una gran pradera por la que serpenteaba un riachuelo, un maravilloso valle donde pastaban rebaños de vacas y caballos que caminaban libremente con la música de sus cencerros, comiendo y bebiendo en este paraíso llamado Aguas Tuertas, (Aguas Torcidas en alusión a los meandros del río a su paso por el valle).

El camino hacia el Ibón atraviesa esta pradera a lo largo de unos cuantos kilómetros para luego tomar hacia la derecha siguiendo la indicación, la cual, si te despistas un poco puede pasar desapercibida. Por suerte no fue el caso, la vimos y emprendimos nuevamente la subida inicialmente por un camino en pendiente pero transitable fácilmente, pero la pendiente aumenta y aumenta y con ello desaparece la pradera y la senda se vuelve rocosa y complicada, requiriendo mayor esfuerzo, mayor aun porque a esas horas (medio día), el sol calienta fuerte.

Tomando nuestros descansos para beber agua, hacer fotos, admirar el paisaje montañoso, etc. seguimos y seguimos, sabemos que vamos bien porque vemos las marcas de pintura en las rocas que aparecen y desaparecen a lo largo del camino.

Y ¡sorpresa!, al fondo descubrimos el lago. Se aprecia el genial contraste que provoca en el cambio de color, el azul del agua entre el verde y gris de su entorno es fantástico. Comenzamos entonces a descender, aunque ya cansados y con la posibilidad admirar desde allí el lago como hace mucha gente debido al cansancio, nosotros decidimos llegar al lago y bajamos hasta allí a pesar de la dificultad del descenso por el camino rocoso

No paraba de hacer fotos de las matas llenas de flores que se veían, que jugueteaban con el viento escuchando el sonido de los cencerros de los animales que pacían tranquilamente por todo aquel espacio.

Llegamos al lago. En el borde una chica y dos chicos disfrutaban de un baño en la laguna mientras comentaban su trayecto, luego Carlos me contó acerca de los recorridos por El Pirineo, dice que se lleva como dos o tres meses atravesarlo, cargados con tiendas de campaña y descansando en refugios existentes a lo largo de las rutas.

Apetecía un baño, así que, al agua. Con el calor del sol el agua tenia la temperatura perfecta para el chapuzón previo a la comida.

Y así fue, aunque no lleve traje, lo hice, jaja, pienso que es momento perfecto para un chiste:

“Le preguntan: Y Ud. porque no se baña? Le contesta: porque no traje traje …” Ja, ja. Es una de las múltiples chorradas que amenizan nuestras caminatas …

La comida, una exquisita tortilla española, un escabeche, pan, vino, agua y fruta, luego el café, la siesta y a regresar repitiendo el camino, aunque en la pradera de aguas tuertas existen muchas huellas. Nosotros veíamos un grupo de personas a lo lejos intentando evitar meter los pies en el barro escondido por una suave capa de musgo y hierba. Encontramos el buen camino que nos permitió acercarnos paralelamente al grupo de chicos que al final estaban atrapados por un riachuelo, así que entre voces les indicamos la dirección del camino y así salimos todos a la carretera.

En este caso evitamos atajar porque la pendiente es bastante pronunciada y aunque para subir está bien, para bajar castiga fuertemente las rodillas, así que a rodear y rodear. Resultó un poco largo porque son alrededor de tres kilómetros bajo el sol por aquella carretera. Al fin llegamos al coche y de regreso a Pamplona. Fue tan genial que es posible que lo repitamos muy pronto.

Cañón del río Lobos, San Pedro de Arlanza, Covarrubias

Tenemos un viaje obligatorio a Madrid para completar el proceso de petición de una visa a Canadá.

Entonces Carlos que es un gran planificador aprovecha cada salida para mostrarme alguna zona o lugar hermoso de su maravilloso país del que está muy orgulloso.

Salimos de Pamplona después de comer y llegamos al mirador del Rio Lobos, un largo y angosto cañón. Tras las fotos de rigor, seguimos la carretera hasta el aparcamiento y desde allí caminando a la Ermita de San Bartolomé. Hicimos una breve visita porque teníamos planificado para el siguiente día el recorrido completo a pie desde el Puente de los Siete Ojos hasta la Ermita, pero como teníamos tiempo realizamos la visita por si se daba el caso de no poder llegar como teníamos pensado.

Seguimos en coche hasta San Leonardo de Yagüe, en donde habíamos reservado una habitación, tomamos una ducha para refrescar el calor y luego salimos a cenar. Nos acostamos temprano porque al día siguiente queríamos que madrugar con el propósito de hacer la ruta con menos sol. Así lo hicimos, desayunamos en el hotel y recogimos el gazpacho para la comida de la caminata que habíamos dejado en el frigorífico del hotel. Un rico y fresco gazpacho acompañado con pan, queso, vino, agua y el café, todo en la mochila y Carlos con todo el equipo fotográfico.

Nos acercamos con el coche al aparcamiento al lado del Puente de los Siete Ojos bajo techo y emprendimos el camino. A los pocos metros nos adentramos en el bosque de altos abetos, de los que cuelgan una especie de casitas para las aves del sector.

Me llama la atención la presencia de una roca predominante casi perdida en el bosque, que se puede ver únicamente adentrándose allí.

Llegamos a la zona en la que el río Lobos sale a la superficie ya con poca agua debido a la época. La lenta corriente discurre entre grandes paredes de piedra con singular vegetación en donde habitan los buitres que vemos volar en la lejanía. Y si seguimos caminando vemos los buitres, llegar y sentarse en las cimas de las grandes rocas.

Mientras tanto en el camino aparece ya mucha gente haciendo el recorrido en bicicleta, y a pesar de que existen tramos en donde deben cargar con ella, vale la pena el esfuerzo porque el paisaje es singularmente hermoso.

El trayecto del río es sinuoso así que varias veces cruzamos éste por los pasos acondicionados con unas hermosas y grandes piedras colocadas para cruzar el cauce.

El camino va siempre a nivel de río, por lo que podemos apreciar la vegetación que crece en las pequeñas lagunas que se forman en algunos espacios cuya estética se ve potenciada por la iluminación del sol y los reflejos de las hojas y troncos.

En realidad, el camino es bastante asequible y legamos tranquilamente a la Ermita y la Cueva. Allí cerca buscamos un sitio a la sombra para la comida y encontramos un par de troncos sobre los que apoyamos la espalda y nos acomodamos para disfrutar de la comida, el tiempo del café y la siesta. Y luego emprender el regreso por la misma ruta.

Al día siguiente nos daba tiempo de realizar un par de visitas de camino a Madrid; muy temprano visitamos San Pedro de Arlanza un monasterio importante del reino de Castilla, ubicado a orillas de un río del mismo nombre.

También aprovechamos y paramos en Covarrubias, un pequeño pero hermoso pueblo medieval con casitas típicas de piedra y estructura de madera, caminando por sus casi vacías calles llama mi atención un monumento y Carlos me cuenta que representa a la princesa Cristina de Noruega, quien ha llegado en el año 1257 para contraer matrimonio con Don Felipe, hermano del rey Alfonso X el Sabio.

Después de estas dos rápidas pero interesantes paradas, nos vamos rumbo a Madrid.

¡Aún tenemos mucho que contarte…!

 Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos
(Julio Cortazar)

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