Una vez que el camión quedó sobre la plataforma listo para embarcar, en poco más de un día, nosotros hicimos lo propio en un catamarán que en una singladura de cinco días nos llevaría hasta Panamá visitando en el camino varias islas del archipiélago de San Blas.
Se trata de un grupo de 365 islas, unas 32 de ellas están habitadas, esparcidas por el Caribe y que aunque administrativamente pertenecen a Panamá, gozan de una autonomía muy grande para ser dirigidas por los indígenas que de siempre las habitan: los Kuna.
Visitamos cinco, unas pobladas y otras desiertas disfrutando en éstas últimas de auténticos paraísos. Tuvimos ocasión de nadar con snorkel para contemplar y filmar los arrecifes de coral que rodean alguna de las islas en unas aguas transparentes a una temperatura fantástica, también de entrar en contacto con los pobladores que se mostraron muy corteses y hospitalarios y que, al contrario que en Colombia, no nos atosigaron con la venta de sus productos artesanos.
También mencionamos una cena en una de las islas a base de langosta asada con fuego de palmera que fue todo un lujo.
La experiencia de la navegación, buena en general, con algún pequeño problema en las primeras horas que remitió enseguida, haciendo que la aventura tuviera un balance muy positivo, tanto por la propia aventura como por la tripulación y los compañeros de viaje, los paisajes, los baños y las gentes que contactamos.
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