Con el ánimo un poco encogido a causa de las informaciones sobre las dificultades que se nos iban a presentar con nuestro camión en una ciudad que está llena de túneles angostos y bajos que, tras una vuelta por internet, aún nos causó más recelo, salimos hacia allí con una ruta preparada meticulosamente a fin de evitar el centro y llegar al punto de pernocta que estaba en el lado opuesto al de llegada. Tuvimos noticia de una “carretera panorámica” que bordea la ciudad por la falda de las montañas que la encierran y por la que únicamente había que pasar un túnel que parecía accesible ya que en Google Earth se veían camiones en la ruta de acceso. Llegamos, atravesamos el túnel y a la salida surgió una duda al presentarse la calle que nos debía poner sobre la carretera panorámica con una pinta un poco incierta. Mientras tratábamos de decidirnos, una pareja joven paró su auto para hacer fotos al camión y les preguntamos por cual calle debíamos seguir para llegar al punto deseado: el aparcamiento de un supermercado que permitía pasar la noche. Como casi siempre en este país, la gente es tremendamente amable y nos guiaron con su coche durante más de veinte kilómetros hasta dejarnos en el aparcamiento. Gracias Juliana y Jaime por vuestra ayuda.
La historia no iba a acabar así. Pasamos una noche allí y por la mañana nos comunicaron que no permitían quedarse por la noche. Tocaba moverse por la incómoda ciudad para ir a un “camping” que figuraba en nuestra información. Decidimos ir en taxi a inspeccionar el camino y, de esa forma, supimos que estaba cerrado. En el camino de retorno, pasamos por la puerta de un aparcamiento/chatarrería y decidimos preguntar si nos permitían quedarnos allí unas cuantas noches. La respuesta fue afirmativa y tras recoger nuestro camión, conseguimos llegar sin contratiempos y allí nos instalamos. Desde el lugar costaba unos quince minutos a pie hasta el centro aunque por una calle en la que más que caminar se practicaba el rapel.
Ya con el problema del campamento solucionado, pudimos empezar a disfrutar de la ciudad.
Realmente sorprendente, pues hay como dos ciudades superpuestas, una a cielo abierto y otra componiendo un laberinto de túneles a modo de calles y avenidas con sus cruces entre ellos.
El centro de la ciudad es colonial y lleno de edificios notables, con calles que presentaban una gran animación a todas horas.
Subimos también en un teleférico al monumento a Pipila, un indígena que peleó contra los españoles, desde donde hay magníficas vistas de la ciudad.
Nos causó sorpresa ver la constante presencia de monumentos y referencias a Miguel de Cervantes, Don Quijote y Sancho y luego supimos que Guanajuato está nombrada “Cuna americana de Cervantes”. En ella se representan sus Entremeses en las plazas públicas y toda la ciudad está volcada con ese título. Para completar el ambiente español y cervantino, miembros de la estudiantina de la universidad local, realizan las llamadas “callejonadas” o rondas nocturnas por el centro histórico, amenizadas por las canciones de la tuna y la simpatía que es inherente a estos grupos. Nos apuntamos a una de estas rondas y pasamos un rato muy agradable y simpático.
En el camino de salida de la ciudad visitamos la iglesia llamada de La Valenciana mandada construir y financiada por el Marqués de Valenciana propietario de la mina de plata que lleva su nombre.
Allí estrenamos el año 2021 en la intimidad.
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