Terminada la visita de la Huasteca, nos costó bastante decidir si visitábamos o no la Sierra Tarahumara pues, aunque lo que nos habían comentado, junto con algún reportaje leído hace ya bastante tiempo nos inclinaba a hacerlo, la importante distancia a recorrer para hacer la visita nos hacía dudar.
Decididos definitivamente a visitarla, a lo que sin duda contribuyó un nuevo aplazamiento del cierre de fronteras con EEUU debido a la pandemia, emprendimos la ruta que, sin comportar un desvío importante, nos permitiría visitar un Pueblo Mágico sobre el que las opiniones eran bastante dispares: Real de Catorce. El desvío era de 40 km ida y vuelta y la carretera solamente regular, el principal contratiempo lo constituía la imposibilidad de pasar un túnel de entrada a la ciudad que aprovechando la galería de una antigua mina de 2,2 km de longitud es la única entrada al pueblo. Aparcamos el camión a la entrada del túnel y sacamos los patinetes con los que atravesamos la galería sin contratiempos para dar un paseo por el pueblo. Después de la visita, nos hemos decantado más por la opinión de que a duras penas merece más que ese desvío en un desplazamiento con otros objetivos. Aunque se trata de una población un tanto peculiar, su estado de conservación es regular y fuera de una calle principal con algunos edificios interesantes no hay nada más que la omnipresente galería comercial de baratijas para los turistas. Son sin embargo dignos de ver los paisajes que se atraviesan en el camino que lleva a la entrada del túnel.
Retomamos nuestro largo desplazamiento hacia Chihuahua, estado en el que está la Sierra Tarahumara y buscando un lugar para hacer noche en Ioverlander vemos con sorpresa que, casi en el camino, hay una zona de dunas casi saharianas en el que algún otro viajero ya había pernoctado. Más sorpresa aun al conocer que la zona se llama Dunas de Bilbao.
Llegamos a media tarde y rodando sobre arena al más puro estilo mauritano, buscamos un rincón alejado de la zona en donde había varios grupos pasando el día (era sábado) y allí pasamos dos tranquilas noches con su día correspondiente disfrutando del silencio, el paisaje, paseos sobre las dunas y las bonitas puestas de sol. Tuvimos ocasión también de rescatar con el cabrestante a una pickup no traccionada que había conseguido posar el grupo trasero en la arena.
Fue algo totalmente inesperado que nos permitió hacer un corte en el largo desplazamiento que se nos había presentado.
Ver video de la dunas de bilbao