No sé si será correcto expresar de esta forma nuestras sensaciones, pero es lo que realmente sentimos cuando entramos en India y observamos atónitos lo que nos rodeaba: ruido insoportable, malos olores, calificar de caótico el tráfico no es suficiente, sería más propio decir suicida, alerta permanente ante pequeños intentos de engaño, casi nada funciona, etc.
Es cierto, sin embargo, que el patrimonio cultural, que los fuertes, palacios, jardines, etc. son una maravilla (no demasiado bien mantenida) y que, cuando estás ante joyas como las que aquí puedes ver, se olvida por un momento la vorágine en la que irremisiblemente te vas a ver inmerso unos instantes después.
Entramos desde Pakistán por la frontera cercana a Amritsar en donde hicimos nuestra primera parada de visita.
Eran nuestras primeras horas en India y, bastante agobiados, recorrimos el centro en busca de una tarjeta SIM, algún cajero para sacar dinero, obtener un seguro para el camión tras una pausa en un restaurante y acercarnos al Golden Temple para visitarlo.
Dejando aparte las peculiaridades relativas al culto que solamente podemos comprender de forma escasa, el monumento en sí es espectacular. Las cuatro fachadas y el tejado están, realmente recubiertas de oro y la visión del armonioso edificio en medio de un estanque de aguas sagradas en las que los creyentes se sumergen en un baño ritual causa una sensación difícil de describir al ser tan diferente de lo que hasta ahora hemos visto y vivido.
Dejamos Amritsar por una autopista (no merece ese nombre) de peaje caro y con la incertidumbre de no saber nunca si vas por la vía correcta dado que puedes encontrar vehículos circulando por cualquiera de los seis carriles (3+3) en ambos sentidos. Digo vehículos y debe tomarse literalmente ya que no se trata de una moto y bicicleta que te pudieras encontrar circulando por el arcén, sino de camiones de gran tonelaje, tractores con remolque con cargas inverosímiles que en ocasiones no pueden trazar una esquina porque el eje delantero se levanta del suelo por efecto del peso del remolque. Hasta seis personas en una motocicleta hemos llegado a contar.
Por esta autopista llegamos a Nueva Delhi y si creíamos que ya lo habíamos visto todo, tuvimos que reconocer que apenas habíamos empezado a “disfrutar el caos”
Cuatro días en la capital fueron suficientes para las visitas que nos proponíamos hacer: Red Fort, Qutb Minar, el interesante templo Sik Gurdwara Bangla Sahib y un par de vagabundeos por el Old Delhi entre otras cosas nos dejaron aún un día libre para visitar el Taj Mahal en Agra a unos 200 km de la capital y que a causa de la pereza que produce cualquier desplazamiento con el camión (pereza y riesgo) hicimos alquilando un Uber para todo el día.
Fue un acierto a pesar de que no estuvo exento de problemas, porque al entrar de regreso a Delhi, nos metimos en un atasco que duró ¡5 horas y media!
Sin embargo, estamos seguros de que la visita del precioso Taj Mahal, con el tiempo pensaremos que compensó el esfuerzo.
Realmente es tan bonito o más de cómo nos lo imaginábamos después de tantos reportajes y fotografías.
Solo añadiremos que hemos conseguido resistir a dos o tres momentos en los que estuvimos a punto de reconsiderar nuestros planes y volver atrás, pero ahora ya metidos en la India profunda, vamos intentando adaptarnos a la vida en esto que se nos antoja “otro planeta”
Estuvimos hace 30 años y veo que el país sigue siendo un caos que increíblemente funciona. El Taj Majal lo vimos al amanecer y era un espectáculo. Es un país que no te deja indiferente. Disfrutarlo. Besos a los dos
Pues sigue igual sino peor. Sucio, desastroso y con la gente carente de algo que remotamente se pueda calificar como educación. Y no es que sea una cultura distinta, es que no la tienen en aspectos tan triviales como no llenar todo de basura o respetar mínimamente las más elementales normas de convivencia
Cuántos recuerdos!!! En 1993 conocí a Christian arriba de un elefante en Jaipur… y acá seguimos juntos por la vida. Abrazos