¡Adiós momentáneo a Brasil! Entramos en Guayana Francesa

La mañana siguiente de nuestra fatigosa llegada a Oiapoque nos acercamos al
puesto de policía Federal para tratar de aclarar de una vez por todas nuestra
situación en Brasil y cuando podríamos volver a entrar en caso de que
cruzáramos la frontera hacia la Guayana.
Tuvimos la suerte de ser atendidos por un policía joven que resultó ser una
persona atentísima y servicial. Estudió, junto con su jefe, nuestros pasaportes
y llegaron a la conclusión de que nos quedaba un día de estancia legal en
Brasil. Les preguntamos entonces cuanto tiempo deberíamos pasar fuera para poder
retornar. La respuesta fue inquietante. Nos dijeron: “si entráis por esta
frontera sería suficiente con que estuvierais un día en Guayana. Volvéis mañana
y no tendréis ningún problema, pero la norma escrita es interpretada de
diferente modo según el paso fronterizo del que se trate”
La redacción del documento que tienen a la vista en los puestos de Policía
Federal, a nuestro entender no deja lugar a dudas: hay que esperar 90 días para
volver a entrar por un periodo de otros 90 días, a partir del cual sería
necesario permanecer fuera del país por 180 días.
Sin embargo los amables agentes del puesto de Oiapoque nos dieron unas
tarjetas con el número de teléfono de aquel puesto y nos dijeron que si
llegábamos a la frontera de Bomfim antes de los 90 días y nos ponían algún
problema que pidiéramos al jefe del puesto que telefoneara a Oiapoque y que
ellos intentarían arreglarlo.
Un poco cansados de toda esta burocracia absurda, decidimos cruzar hacia
las Guayanas y arriesgarnos a tener que permanecer en ellas por tres meses.
Nos aprovisionamos de algunas cosas que necesitábamos y buscamos el
embarcadero de la balsa que cruza el río Oiapoque. El puente internacional
lleva casi un año construido, financiado por Francia, pero algo tan peregrino
como que Brasil no encuentra los sesenta aduaneros necesarios, hace que no se
utilice el puente.
No nos extrañó que en esas condiciones cuando nos dijeron el precio de la
travesía en balsa pensáramos que nos habían entendido que queríamos comprarla.  Nos pidieron de entrada 500 € que conseguimos
rebajar a la mitad.
Tuvimos que esperar casi tres horas y finalmente cruzamos solo nosotros
pasando bajo el puente de la estupidez que es como debería llamarse.
Desembarcamos en Saint Georges de l’Oiapoque y nos acercamos al puesto de
Gendarmería para sellar el pasaporte. Ninguna dificultad. Fuimos atendidos por
una señora y su peculiar jefe con los que departimos un rato. Desde allí
buscamos un sitio cerca del río para pasar el resto del día y la noche.
A media tarde se detiene en la orilla una piragua con fueraborda y vemos
que alguien que baja de ella nos dice: “Bon soir aux espagnols” Era la señora
de la policía que nos había atendido a la llegada, ahora sin uniforme y
acompañada de su marido (también perteneciente a la Gendarmería) y sus dos
hijas de unos cinco y siete años que nos invitaban a dar un paseo en la piragua
por el río.
Fue corto, pues caía la noche, pero muy agradable bajo una inmensa luna
llena recorrer un tramo del río charlando con ellos sobre cómo habían ido a
parar allí, constatando que era voluntario y que se encontraban felices.
Ya de vuelta visitaron el camión y la agradable conversación se prolongó
hasta pasadas las 9 de la noche. Nos ofrecieron incluso su lavadora para hacer
la colada. Otro nuevo encuentro para recordar.
A la mañana siguiente arrancamos con dirección a Cayenne con una cierta
inquietud al haber comprobado el día anterior que la presión de aceite del
camión había descendido y que el aceite que nos habían puesto en MAN de
Montevideo estaba como degradado. Llegamos al primer pueblo de cierta
importancia que se llamaba Regina y preguntamos por un taller o una estación de
servicio para cambiar el aceite y el filtro. No había nada de eso y únicamente
nos presentaron a un mecánico que poco podía hacer sin los elementos
necesarios. Mientras hablábamos se detuvo allí un espontáneo admirador del
camión, que resultó ser la salvación.
Iba a ir esa tarde a Cayenne y volvería al día siguiente proponiéndonos comprar
el aceite y el filtro en el servicio Man de Cayenne (no sabíamos que existía). Aceptamos
lógicamente y nos instalamos en una explanada a la orilla del río a esperar la
llegada de los recambios.
A media tarde del día siguiente el mecánico se pasa por el campamento para
decirnos que Samuel había conseguido todo pero se había retrasado para la
vuelta y que cambiaríamos el aceite y filtro a la mañana siguiente. Así lo
hicimos y el camión mejoró sensiblemente, aunque no del todo como constatamos al
llegar a Cacao, a unos sesenta kilómetros con el aceite ya caliente. Al quedar
a ralentí el testigo de presión parpadeaba ligeramente.
Cacao es un pueblo con un asentamiento de refugiados Hmong provenientes de
Laos, huidos gracias a una monja francesa del genocidio de los Gemeres Rojos
que han conservado su estilo de vida en la Guayana. El domingo montan un
mercado con artesanía y gastronomía laosiana que visitamos probando alguna de
las delicias que se vendían. Nos quedamos cuatro días allí, paseando y
conociendo el pueblo e incluso hicimos una pequeña parte del llamado Sendero
Molokai que atraviesa 18 km de selva.
Finalmente recorrimos los 60 Km que nos separaban de Cayenne visitando en
primer lugar el servicio Man para salir de dudas. Fuimos espléndidamente
atendidos por Michel que tras conectar el ordenador nos dijo que según el
aparato todo estaba correcto, pero que haría una llamada a Francia para saber
si había algún caso parecido.
Acudimos a la cita y había encontrado dos casos similares en los que la
causa era el haberse aflojado una tuerca que sujeta el eje de la bomba de
aceite pero que sin embargo no todos los síntomas eran coincidentes. Por si
acaso acordamos pedir las juntas necesarias para desmontar y revisar dicha
tuerca que llegarían en unos días durante los que haríamos alguno de los
recorridos previstos.

No obstante, el problema de presión parece ir mejorando poco a poco, por lo
que creemos que se podía deber a alguna obstrucción del contacto manométrico,
toda vez que el aceite degradado había colmatado totalmente le filtro.

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