Final de etapa. Regreso a la base.

Tras los ajetreados días en Nueva York, en un vuelo con una corta escala en Madrid, llegamos a Munich. Allí recogimos en el propio aeropuerto el camper que teníamos alquilado y ya estábamos cruzando Alemania.

Contábamos con diez días para hacer la ruta del Rhin y llegar a Bremerhaven donde recogeríamos el camión.

Las primeras dos noches las pasamos en Munich en donde hicimos una rápida y muy agradable visita. Desgraciadamente, aunque era el momento de la Oktober Fest, ésta había sido suspendida por la pandemia. Sin embargo, las ganas de fiesta de los muniqueses son imparables y nos los encontramos celebrando la “No Oktober Fest”. Nosotros hicimos lo propio con una muy agradable comida con codillo y gran cantidad de cerveza en la famosa Hofbräuhaus que nos hizo sentir parte de la celebración.

Ya en ruta visitamos los lugares más emblemáticos: El fascinante Rothenburg ob der Tauer, la super turística y preciosa Rüdesheim, la interesante Heildelberg, la emblemática Koblentz y la simpática Köln. Con agradables paseos por todas ellas, una copa de buen vino del Rhin en Rüderheim y otras interesantes visitas por el camino con un tiempo agradable, llegamos a Hannover que era donde deberíamos devolver el camper que, por cierto, pese a lo diminuto que era, resultó muy práctico y funcional.

Desde Hannover, en tren hasta Bremerhaven con escala y cambio de convoy en Bremen y una vez en la ciudad portuaria, aun nos costó dos días recuperar el camión.

No podemos pasar por alto la desorganización del puerto en cuestión, ni el trato realmente vejatorio que se da en él a los transportistas, mayoritariamente de países del este de Europa, que se ven en la necesidad de recoger o entregar mercancía en Bremerhaven. Baste decir que los gestores del puerto se podían dar una vuelta por el de Cartagena de Indias (Colombia) para aprender algo sobre como se gestiona un puerto. Desde luego, no responde en absoluto al concepto que tenemos de Alemania.

En cualquier caso, lo realmente importante es que Ximielga llegó bien y entero, lo que no es poco y que en la tarde de ese segundo día ya teníamos la proa enfilando a España a donde llegaríamos tras tres duras y caras jornadas. Pues aparte del precio del combustible, los peajes de cruzar Francia pasaron de 300€.

Una vez en casa, aparte de las labores de mantenimiento de cuerpos y medios, la siempre agradable tarea de planificar nuestra próxima correría nos tendrán ocupados.

Iremos informando.

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