En un par de jornadas, con una parada en un lugar de montaña en el que había una bonita cascada y en el que aun tuvimos que sufrir un calor realmente agobiante, llegamos a Delfos en donde también encontramos un lugar agradable para acampar, aunque para hacer la visita era necesario mover el camión.
Muy temprano, para evitar lo máximo posible la llegada de lo que dimos en llamar “Las Hordas” a bordo de autobuses, hicimos la visita de un lugar que en la antigüedad tuvo una enorme importancia y al que venían peregrinos desde todo el mundo conocido a consultar el Oráculo, es decir a que les predijeran el futuro. Hay constancia de desplazamientos desde Persia y así mismo están documentadas embajadas enviadas por el Senado Romano a hacer las consultas antes de tomar una decisión importante.
Delfos significa “matriz” y allí se construyó el templo de Apolo en el lugar en el que se colocó el Ónfalo una piedra de mármol que, según la tradición marcaba el centro del mundo (el ombligo) determinado por el lugar en el que se cruzaron en el aire dos águilas que Zeus había soltado para ese fin.
Todas las construcciones constituyen un conjunto con marcado carácter religioso reuniendo templos, edificios conocidos como Tesoros y que son ofrendas de ciudades o gobernantes en agradecimiento por alguna victoria o simplemente para no ser menos que el vecino. Su nombre se debe a que eran los almacenes de las riquezas casi siempre provenientes de botines de guerra que allí se dejaban a buen recaudo, pues nadie osaría profanar un lugar tan sagrado.
Así mismo parece que ya entonces el camino de entrada estaba flanqueado por las tiendas de implementos para las ofrendas, recuerdos, etc., es decir que no hemos inventado nada en los tiempos actuales.
Sobresalen entre las ruinas el templo de Zeus, el teatro y el estadio, pero por todos lados se pueden apreciar restos de edificios de gran belleza.
Sin embargo, como en tantos de estos lugares, lo que obliga a la reflexión e incluso a hacer volar la imaginación, es la razón de ser del lugar. Estremece pensar que allí llegaba gente desde lugares que aun hoy nos parecen lejanos con nuestros medios para desplazarnos, con la idea de escuchar una profecía que afectaba a su futuro y que estaba basada en la astrología o en la observación de las vísceras de animales sacrificados con cuyo veredicto partían de vuelta a sus remotos orígenes convencidos de que aquel sería el futuro que les esperaba.
Tampoco hay tanta diferencia con situaciones actuales, pero hoy llegamos a los lugares en coches con aire acondicionado. En cuanto a la fe, allá cada uno.