Fue una gran idea salir de Estambul utilizando de nuevo el ferry hasta Yalova y evitando rodar por la complicada ciudad. De esa manera en un par de horas y habiendo conducido no más de 3 km, estábamos fuera de la zona complicada.
Desde allí, rodando algo más de 300 km por buenas carreteras y pernoctando en algún pueblecito para aprovechar el mercadillo, en agradables lugares acondicionados parcialmente, y siempre que fue posible en plena naturaleza, llegamos al primer pueblo que habíamos pensado visitar:
Safranbolu
Acampados en el agradable patio de los simpáticos y acogedores bomberos de la localidad, pasamos dos días conociendo a fondo este precioso y bien cuidado pueblo, cuyas construcciones otomanas, en su mayoría muy bien restauradas, le dan un gran carisma.
Hemos de decir también que tanto el calor como las multitudes de turistas se vieron muy disminuidos, por lo que la visita resultó muy agradable. Se conserva prácticamente toda la antigua ciudad otomana y está tan extraordinariamente conservada que ha sido incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad.
En el siglo XVII la principal ruta desde el centro de Anatolia hacia el mar Negro, pasaba por Safranbolu, lo que se tradujo en comercio, importancia y dinero para el pueblo.
Resulta realmente fascinante recorrer las estrechas calles entre edificios con su entramado de madera en las fachadas, mezquitas, mercadillos, el gran caravasar y descendiendo después hasta lo más profunde del valle para cruzar el río y volver a remontar la otra vertiente siempre inmersos en ese ambiente de otros tiempos.
Amasya
De nuevo en ruta hasta alcanzar la bonita Amasya. Como Safranbolu, la parte antigua de Amasya es otomana y está también muy bien conservada.
Amasya se sitúa en una estrecha garganta del río Yesilirmak, ocupando la ciudad antigua la margen izquierda y la ciudad moderna la derecha. Sobre el monte que encierra entre sus acantilados y el río la zona otomana, están las ruinas de la ciudadela, en tiempos, lugar de residencia del rey Mitrídates con una interminable historia de amistad y enemistad con Roma.
Un paseo muy bien acondicionado recorre la margen derecha del río permitiendo una gran perspectiva de la ciudad vieja al otro lado de la corriente y las múltiples mezquitas otomanas bordeando la ciudad nueva. Llegada la noche, la ciudad otomana y las laderas que albergan las tumbas de la época de los reyes pónticos excavadas en la roca bajo la ciudadela, tiene una bonita iluminación, que realza el misterio que parece envolver esta ciudad.
Visitamos el llamado Darussifa, un hospital mental erigido en 1309 y que aplicaba la música como terapia para los enfermos mentales y subimos a la ciudadela desde la que se tienen vistas muy espectaculares del valle.
Después de disfrutar de estas agradables visitas, tomamos rumbo hacia Capadocia. Ese será nuestro próximo capítulo, seguramente un gran capítulo gracias a todo lo que esa región alberga. Hasta pronto.
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