Salvador de Bahía

Desde el camping contratamos los servicios de un taxista para todo el día y
en un coche nuevo con aire acondicionado hicimos un buen tour de toda la
ciudad.
Visitamos iglesias, fuertes y sobre todo el barrio de Pelouriño que nos
gustó mucho.
Está aceptablemente cuidado y extremadamente vigilado para evitar los
atracos por los que es tristemente famoso.
Comimos en una terraza en el mismo barrio, visitamos un mercado de
artesanía en el que había poco más o menos lo mismo que en los mercados de
artesanía de todo el mundo y dimos un paseo por el faro con la noche ya
cayendo.
Nos causó una agradable sensación si nos abstraemos de la suciedad y
deterioro de los barrios más marginales.
Desde Salvador nos desplazamos hasta Praia do Forte a donde llegamos hacia
mediodía con la idea de visitar las instalaciones del Proyecto Tamar. Una
institución dedicada a preservar varias especies de tortugas marinas que acuden
a las playas de la zona a desovar.
Con el argumento de “son muy grandes” y como era domingo no nos permitieron
entrar con los camiones, por lo que buscamos algún sitio en el que pudiéramos
pasar la tarde y noche para intentarlo el lunes por la mañana.
No tuvimos problemas para entrar al día siguiente y encontramos un buen sitio
con sombra muy cerca de la playa y de las instalaciones de conservación de
las  tortugas a las que realizamos una
interesante visita y muchas fotografías. Comimos en un restaurante “a quilo”,
es decir una especie de self-service en el que tu vas cogiendo lo que quieras
comer, te lo pesan y anotan el peso en un papel. Al final pagas lo que hayas
comido a un precio realmente bueno. En torno a 8 ó 10 € el kilo, al que
generalmente no se llega por persona.
Decidimos pasar allí mismo la noche y al día siguiente rodamos algunos kilómetros
hasta un lugar llamado Praia do Saco en donde nos instalamos al borde mismo de
un río que desembocaba en el mar justo delante de nosotros, en un paisaje de
gran belleza
Arrancamos con intención de abandonar la costa para visitar los Cañones del
Río San Francisco, pero  por varias
razones decidimos quedarnos en una playa de Aracajú de la que tuvimos que
marchar  al atardecer por consejo de
varias personas que pasaron por allí y que nos aseguraron que era peligroso
pasar allí la noche debido a las bandas que parecen muy habituales por la zona.
En vista de eso pedimos permiso a la policía y estacionamos los camiones al
lado de la comisaría.
Desde allí nos paseamos por el paseo marítimo y asistimos a la inauguración
de un monumento con música, bailes típicos e incluso degustación de alguna de
las delicias locales.
Pronto, por la mañana estábamos en ruta hacia Piranhas, el pueblo que nos
habían recomendado cerca de los cañones del Río San Francisco.
A media tarde llegábamos a la zona, pero en lugar de dirigirnos al pueblo
fuimos a estacionar al embarcadero desde el que zarpan los catamaranes que
hacen el recorrido por los cañones. Una tranquila noche que precedió al
agradable recorrido por el río San Francisco hasta una zona que está acotada
para bañarse y en la que los barcos esperan una hora para que los turistas se
den un baño. Todo muy preparado pero agradable. Aún pasamos otra noche allí
cerca  antes de llegar al pueblo de
Piranhas.

Una bonita población a la orilla del río con todo el caserío construido en
las empinadas laderas de un valle. Es famosa por haber sido el lugar de
fechorías de una pareja de bandoleros que lideraron un grupo armado llamado “Os
Cangaceiros” y que finalmente fueron atrapados (muertos) allí cerca. Teníamos información
de que en el pueblo se comía Piraña y en efecto en un restaurante pudimos
probar este pescado con tan mala fama. Es sabroso, pero tiene poco provecho y
muchas espinas. Sin embargo deja un buen sabor pensar que en esta ocasión
nosotros nos las comimos a ellas.

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