Tras para unos días muy agradables en el camping Quinta Lala del Cuzco durante los que compartimos charlas y cenas con otros viajeros en un gran ambiente y disfrutamos de tranquilos paseos por la preciosa ciudad partimos al encuentro de nuestros amigos de Venezuela que nos esperaban cerca de Chinchero para mi bautismo de aire en un paramotor.
Acudieron también Karen y René y efectivamente tras algún retraso a causa del viento pudimos despegar y cumplir un sueño largamente esperado. Estuvimos unos veinte minutos colgados del cielo con la sensación de volar casi como los pájaros. Indescriptible. ¡Quiero uno de esos!
Pasamos allí mismo la noche y al día siguiente iniciamos la ruta hacia Nazca que nos llevó durante casi tres días a cruzar cuatro barreras de los Andes con un techo de 4.700 metros.
El descenso a Nazca de unos 3.200 metros en algo más de 30 Km es fantástico. Los paisajes unidos al placer de la conducción por la buena carretera hacen que el recorrido sea memorable.
Una vez en Nazca contratamos un vuelo en avioneta para sobrevolar los enigmáticos y famosos geoglifos. Una bonita experiencia, bien organizada que nos llevó a recorrer todas las figuras a una altura de 300 metros, permitiéndonos observarlas de la mejor forma posible: desde arriba. La cuestión es cómo consiguieron hacerlas en la época en la que están hechas sin contar con la posibilidad de tener una vista aérea como la nuestra.
Un par de días más para ver el Centro Ceremonial de Cahuachi en donde pasamos una muy tranquila noche, el Centro Administrativo de Paredones, el sorprendente acueducto de Cantalloc con una muestra de “alta tecnología» para recoger y conducir el agua (muy escasa) y la Necrópolis de Chauchilla con muchos enterramientos con sus momias en el interior y en donde pasamos una segunda noche más tranquila aún. (No podía ser de otra manera)
Al día siguiente salimos hacia Ica, Paracas y Lima.
El Centro Ceremonial Cahuachi (preincaico) a vista de Dron: