San Agustín y su parque arqueológico

Una vez situados en el camping llamado Gamcelat, con cuyos propietarios,
Patricia y Manuel, establecimos estrechos vínculos de amistad a causa de las
circunstancias que nos tocó vivir en su campamento, en el que un problema de
salud nos obligó a consultas médicas, análisis y hasta una ecografía que hubieran
resultado mucho más complicados sin su ayuda desinteresada, así como la del
profesor de la universidad de Bogotá Federman Contreras que colaboró con
traslados en su coche particular y con todo lo que en su mano estuvo.
Gracias a todos ellos, no olvidaremos sus atenciones y amabilidad. Nos
gustaría mucho poder devolverles siquiera una mínima parte si deciden visitar España, en donde los
esperamos con los brazos abiertos.
Pasado lo peor del mal trago arrancamos hacia el Parque arqueológico San
Agustín, en donde, a través de un muy bien organizado recorrido, se pueden
visitar varias zonas de enterramientos con sus correspondientes y misteriosas
estatuas. Poco o nada se sabe de sus autores. Allí vivieron desde el siglo II a.c. hasta varios siglos después de comenzada nuestra era. Sin embargo todo son
especulaciones, pues al no haber ninguna constancia escrita, solamente podemos intentar interpretar sus tumbas, estatuas y pinturas. Todo un misterio, pero
un bonito misterio en el que investigar.
Desde allí pusimos rumbo a los dos enclaves más importantes en los que se
encuentran otros enterramientos: el Alto de lo Ídolos y el Alto de las Piedras.
De nuevo decir que con una gran organización y cuidado se presentan nuevos
túmulos y esculturas verdaderamente interesantes.
Cumplidas las visitas tomamos dirección hacia Popayán, por donde pasaríamos
tras una infernal carretera,  hacia el pueblo de Silvia, en el que al día
siguiente se celebraba el tradicional mercado. En Silvia y sus alrededores
habita una etnia, los Guambianos que todos los martes se acercan al pueblo a
comprar y vender sus productos. No se trata de un mercado para que los turistas
hagan fotografías, sino que se trata de «su mercado». Tanto hombres como mujeres
van ataviados con falda. La de ellas es de vuelo, siempre negra y siempre con
unas rayas finas blancas. Calzan botas y portan un sobrero de tipo hongo. Los
hombres llevan una falda hasta la mitad de la pantorrilla siempre azul y
ribeteada de rosa, así mismo llevan botas y sombrero hongo. Ambos sexos se
cubren con un chal azul y rosa.
Resulta sorprendente observar a estas personas que, lógicamente viven en
nuestro tiempo con sus motocicletas, móviles y demás aparatos de la vida
actual, pero ataviados de la manera descrita.
En Silvia pasamos una agradable velada con Gustavo y su familia, a quién
habíamos conocido en San Agustín y que nos había invitado a pasar por su casa.
Pertenecen a la etnia Páez que habita en la zona de Tierradentro y de nuevo nos
vimos agasajados con su amabilidad y deleitados con una interesante charla.
Gustavo prepara una especie de cooperativa indígena para producir quesos y
tiene contacto con personas en España (concretamente en Idiazábal) para
conseguir sus objetivos.
Imágenes del Parque Arquelógico San Agustín

 En el Parque del Alto de los Ídolos

 Alto de las Piedras

El pueblo de Sivia
 Un recorrido por el mercado de Silvia

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