Petra: la misteriosa ciudad nabatea

Recién entrados en Jordania, una de las primeras visitas proyectadas en el país era Petra que, a su vez, era también uno de los puntos importantes del viaje. Uno de esos puntos que figuran en nuestro plan de viaje como objetivo prioritario.

Acampados en las proximidades del centro de visitantes, en un aparcamiento del pueblo Wadi Musa que resultó agradable durante los tres días y cuatro noches que pasamos allí, tres días que dedicamos a recorrer la inmensa extensión que ocupa lo que queda de la ciudad.

A las seis de la mañana de la primera de las jornadas, iniciamos la marcha entrando por el más conocido y utilizado de sus accesos: El Siq, literalmente El Eje. Se trata de un desfiladero de unos 800 metros de longitud en tramos muy estrecho y de altas paredes que en sus metros finales depara la vista, apareciendo poco a poco en la grieta, de la fachada más conocida de Petra: El llamado Tesoro. El nombre se debe a una leyenda que cuenta que el faraón egipcio que persiguió a Moisés y su pueblo a través del mar Rojo cuyas aguas se separaron milagrosamente, consiguió llegar a la otra orilla y ocultó un tesoro precisamente en la urna que corona la fachada.

No es necesario adornar con historias un tanto infantiles la maravilla que es la obra. Toda la fachada (como las de las decenas que aún se pueden contemplar) está realizada tallando la roca de forma que todo lo que contemplamos es una única pieza, una maravilla de simetría y perfección que se hace difícil creer, aunque lo tengamos ante nosotros. Casi cuarenta metros de altura y a día de hoy, su función original continúa siendo un misterio, aunque casi todo apunta a que era un mausoleo.

A partir de allí, la llamada Calle de las Fachadas, con numerosas fachadas de lo que se suponen también tumbas, el teatro con capacidad para 4000 espectadores y la gran avenida columnada que los romanos restauraron a partir de la calle principal de la ciudad nabatea cuando conquistaron la ciudad y donde nos volvemos a encontrar con Trajano, el emperador romano originario de Sevilla, cuya huella va saliendo a nuestro paso frecuentemente.

A pesar de que acabamos bastante cansados de la jornada, el segundo día decidimos acceder por la otra entrada, en el extremo norte a través de la llamada “pequeña Petra” y hacer un bonito recorrido por las montañas hasta llegar a la más monumental de las fachadas de Petra: El Monasterio. Si ya la visión del Tesoro se antoja impresionante, esta fachada tallada como un bajo relieve en la roca con sus 47 metros de anchura y 48 de altura es sencillamente fascinante.

Todavía nos quedó energía para, después de un almuerzo, afrontar la dura subida al punto de vista sobre la fachada del Tesoro, un balcón situado enfrente y a más altura que la fachada que permite una bonita vista del monumento.

El tercer día, con unas respetables agujetas debidas a los cientos de escalones subidos y bajados en la jornada anterior, muy temprano afrontamos de nuevo el Siq, volvimos a maravillarnos con la vista del Tesoro y emprendimos el arduo ascenso al Altar de los Sacrificios. El monumento en sí no resulta particularmente interesante, pero las vistas desde la alta plataforma en la que se encuentra son imprescindibles.

También el descenso realizado por la parte trasera es un precioso y a ratos impresionante recorrido por una serio de tumbas y otros monumentos que completaron nuestra visita.

¿Necrópolis?, ¿ciudad comercial? La incógnita persiste, pero de lo que no cabe duda es de que el conjunto es realmente impresionante.

Únicamente hay una nota negativa: la, para nosotros, pésima gestión de las autoridades a cargo de un sitio que figura (¿cómo no?) en la lista del Patrimonio de la Humanidad y en el que que no se deberían admitir errores tales como destrozar muchas de las perspectivas de los monumentos permitiendo los antiestéticos tenderetes de venta de recuerdo, refrescos y demás, incluso en el interior de las construcciones. No se trata de dejar a los beduinos sin su medio de subsistencia, se trata de proporcionarles una zona bien acondicionada que no perturbe la visita para que puedan ofrecer sus productos y servicios. Más de un millón de visitantes proporcionan en concepto de entradas alrededor de sesenta millones de euros al año, cantidad seguramente suficiente para dotar al sitio de servicios dignos (y limpios) y zonas adecuadas para el comercio.

Muy cansados de las tres duras jornadas, pero con el recuerdo imborrable de haber conocido uno de los lugares más emblemáticos del mundo, emprendemos ruta hacia otros de los destinos importantes de Jordania.

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